Alumnos del Grado Profesional de Protocolo y Organización Eventos, preparando una clase
A lo largo de este curso académico y desde las aulas del Grado de Protocolo y Organización de Eventos de la Universidad Camilo José Cela, hemos ido realizando una serie de actividades de co-participación y co-creación en el desarrollo de las clases con los alumnos del Grado en su modalidad profesional, que nos han hecho reflexionar sobre varias cuestiones que creemos que pueden enriquecer las metodologías docentes.
Creemos que la universidad no puede estandarizar metodologías y programas sin tener en cuenta los perfiles de sus alumnos y las habilidades de comunicación de sus docentes. La excelencia universitaria y la filosofía del llamado “Plan Bolonia”, exige replantear la forma de enseñar, algo que es sabido por toda la comunidad académica, e introducir en las aulas y en las programaciones actividades que mejoren y democraticen el proceso y resultado de aprendizaje, y permitan un continuo feedback alumno-profesor-universidad, que optimice el aprendizaje y permita un constante intercambio de recursos educativos y de experiencias, es decir, co-creación, innovar con las personas que componen los grupos en las aulas, aunque ello conlleve, también es cierto, que el docente tenga que destinar un tiempo añadido (no siempre reconocido), a preparar este tipo de actividades donde los alumnos van a participar y a proponer su propio desarrollo e interactuar con el programa de la asignatura, cuyo cumplimiento siempre va a garantizar el profesor universitario.
Distintos perfiles, diferentes actividades
Es obvio que los perfiles de alumnos no son los mismos, y por tanto la conformación de grupos y su desarrollo de aprendizaje, se verá condicionado por el perfil de procedencia. Por ello es importante analizar dichos perfiles y no estandarizar los métodos de enseñar.
Los perfiles varían en función del centro del que provienen, de los estudios previos realizados, por supuesto del entorno social en el que se mueven, del entorno geográfico. También es determinante si la elección de los estudios universitarios es o no vocacional, y por supuesto si el grupo lo constituyen en su mayoría hombres o mujeres. La edad de los estudiantes, muy relacionada en casi todos los casos con el nivel de madurez de los mismos, determina la marcha y rendimiento de la clase. Un Grado que acoge a chicos y chicas entre 18 y 20 años en primer curso, no es igual que aquel que acoge a personas con una dilatada carrera profesional, relacionada con los contenidos del Grado que se imparte. Cuando además estos profesionales desarrollan su actividad en altas instituciones del Estado, comunidades autónomas, ayuntamientos y diputaciones, confederaciones empresariales, grandes empresas de distintos sectores de actividad, organizaciones no gubernamentales e incluso empresas de comunicación y agencias de organización de eventos, creemos que en asignaturas prácticas y basadas en un porcentaje muy alto en la realidad profesional, es obligado dar participación docente a estos alumnos, de tal forma que todos los miembros que integran el aula se beneficien del conjunto de las experiencias, sin que por ello se hipoteque el contenido del programa académico. Veamos unos ejemplos.
Co-creación en las aulas: innovación basada en las personas.
Hace unos días y como responsable de la asignatura de Organización de Actos IV del Grado en Protocolo de la UCJC, la clase se impartió en el Congreso de los Diputados a cargo de las personas que compatibilizan su trabajo en el departamento de relaciones institucionales de esta alta institución del Estado, con su estudios de Grado. La actividad, que nada tiene que ver con una visita estándar a dicha institución, permitió ‘vivir’ de forma detallada en el escenario real, los recibimientos a jefes de Estado, recorridos que realizan, actos institucionales como el de la Apertura de la Legislatura, firma en el libro de Honor, comidas de alto nivel, o más reducidas pero con gran transcendencia en la vida institucional. Las alumnas, responsables de estos eventos, explicaron la base teórica y la realidad práctica, transmitiendo las sensaciones y temperatura escénica del evento y sus percepciones sobre la eficacia del mismo, incluso consiguieron que el propio maîtrede la institución nos explicara las dificultades organizativas de las importantes comidas entre mandatarios y representantes institucionales que se desarrollan en algunas salas del palacio. Es increíble la capacidad crítica y analítica que hace el alumno en su papel docente, y su gran generosidad para compartir y someterse a juicio.
Esta experiencia se realizó unos meses antes en el Senado, con iguales resultados, pero también las llevamos a cabo en clase, donde el alumno tiene la obligación de traer a las aulas casos concretos de eventos organizados por él, sistematizarlos y dotarlos de método para que formen parte del prácticum obligado, exponerlos y someterlos al análisis crítico de sus compañeros y del profesor, incluso simularlos. De esta forma el contenido temático se enriquece gracias a la co-participación en el mismo del alumno, permitiendo a su vez un proceso de creatividad grupal que enriquece el aprendizaje y sus resultados.
Comprobamos también la facilidad con la que el profesional, ávido de crecer, aprender y mejorar, se entrega a nuevas experiencias y se abre a herramientas que hasta el momento no formaban en la mayoría de los casos, parte de su universo cotidiano, como es el caso de algunas redes sociales, cuya utilidad en las aulas fomenta la socialización del grupo, la comunicación y el aprendizaje del mismo. Facebook y Twitter constituyen una magnífica herramienta relacional, que facilita la conciencia de grupo, y por ello propiciamos que nuestros alumnos constituyan grupos no públicos en Facebook o una cuenta de Twitter (como sucede en el Grado Profesional que protagoniza este artículo), que ayude a una comunicación fluida y a mantener algo muy importante para la continuidad del proyecto, la relación entre los individuos que conforman el grupo y el docente con su universidad.
Las experiencias que estamos llevando a cabo nos demuestran también que cuando creamos estas proximidades, todos salimos ganando, alumnos, docentes y universidad, porque se crea una especie de pacto entre las partes que siempre da buenos resultados, y en los ejemplos que ponemos, resultados inmediatos que parten del doble compromiso de estos profesionales, el primero con los alumnos que cursan los estudios, facilitándoles prácticas en sus instituciones, organizaciones y empresas, y el segundo con la universidad, contribuyendo al diálogo universidad-empresa y formando parte del grupo de alumnos-docentes que aportan valor y reputación a la institución.